Hablamos de la serie Pygmalion, manga de Chihiro Watanabe publicado en nuestro idioma por Editorial Hidra. Acción sangrienta con un oscuro trasfondo que no deja un solo respiro al lector.

Mitos clásicos con sabor del lejano oriente
Para evitar que salgáis de esta reseña –que nos conocemos-, antes de entrar al trapo con esta miniserie, conviene dar un poquito de contexto histórico sobre el mito de Pygmalion. Así os ahorro el viaje ida y vuelta a la Wikipedia, no hay de que. Y es que la ópera prima del mangaka Chihiro Watanabe bebe –y mucho– del mito de Pygmalion, rey de Chipre que hastiado de no encontrar a ninguna mujer lo suficientemente bella –también habría que ver como era el mozo, ojo- construyó una estatua en la que volcó su ideal de belleza femenina.
Con la intervención de Afrodita –la diosa, no el caballero de piscis, ese que llevaba siempre una rosa en la boca– la estatua, de nombre Galatea, cobró vida. Lo demás podéis imaginároslo, vivieron felices, comieron perdices y engendraron un par de chiquillos llamados Pafos y Metharme. Y sí, sobre esta base –y creedme que esta intro os ayudara a disfrutar mucho más la serie– se vertebra esta serie que va directa al grano y suelta toda su munición en tres tomos totalmente frenéticos que no dan un solo momento de respiro al lector.

Festival sangriento
Durante la celebración de Festival Nacional de Mascotas Regionales de Japón, estas cobrarán vida e iniciarán una masacre sistemática de todos los humanos que tengan cerca. En mitad de este caos, Keigo perderá de vista a su hermano pequeño Makoto. Aunque sea lo último que haga, saldrá a su encuentro enfrentándose a quien haga falta. Aparentemente invencibles, estos seres no se lo pondrán fácil, pero lo que Keigo no sospecha es que se encuentra en el ojo del huracán de una conspiración mucho, mucho más grande de lo que podría pensar.
Este frenético punto de partida, que no tarda en arrancar, da comienzo a una miniserie de tres tomos en la que mitología modernizada, drama familiar y el gore más salvaje se juntan para dar un resultado que no puede ser más entretenido. Porque con un concepto aparentemente simple, como es el de los Galateas –mascotas que cobran vida– cazando humanos, el autor consigue construir un “survival” repleto de personajes notables en el que la acción y la sangre pueblan casi cada página. Claro está, al servicio de un mensaje y no de manera gratuita.

Crítica social + sangre a raudales = siempre bien
Porque –y menos mal– esta carnicería está al servicio de un mensaje claro. Una crítica social que abarca varios temas, y por suerte, casi todos con acierto. El autor juega su baza de la duración –solo tres tomos– para soltar todo esto de manera equilibrada, manteniendo la acción siempre a la par que este sustrato crítico. Los personajes están bien construidos y consiguen conexión con el lector, no son simple carne de cañón. Del mismo modo, las dos tramas paralelas se sostienen con igual interés y su conexión final no queda forzada.
A la hora de opinar sobre el aspecto gráfico de Pygmalion hay que tener siempre en cuenta que estamos ante la primera obra de su autor, Chihiro Watanabe. Con esto quiero decir que alternamos los momentos de gore puro –donde más brilla la obra– con otros de diálogo –donde más flaquea– en los que la disparidad de calidad es evidente. Sus caras son bastante poco expresivas y su narrativa se limita a cuatro tipos de encuadre de viñeta. No obstante, señalo esto de manera objetiva y ni con afán de machacar. En ningún momento el dibujo empaña la experiencia.

Esta vez la balanza quedo en el lado positivo
En conclusión, estamos ante una más que notable opera prima que se acoge casi al pie de la letra a los tropos de otras obras similares del género de supervivencia. Como siempre, es en los pequeños detalles en los que se esconde el diablo, o en esta ocasión, el genio. Y es que este tono de corte mitológico adaptado y destilado como critica a la sociedad de consumo y del «todo vale» da en el clavo en más de una ocasión. Su crítica hacia la sociedad moderna es bastante directa y dispara a varios blancos acertándolos en mayor o menor medida.
Se tocan temas como la responsabilidad de la paternidad, el peligro de la manipulación genética o las consecuencias que tienen los avances científicos cuando se orientan –como a menudo suele suceder, por desgracia– hacia el tema militar o puramente mercantil, entre otros. No todo es de color de rosa, ojo. El final –algo anticlimático– está traído por los pelos, abusa del deus ex-machina de un modo algo descarado. No obstante, como suelo decir, pesa más lo positivo que lo negativo y la balanza queda en el lado del sí a la hora de recomendar la serie.

Sobre la edición de Pygmalion
Editorial Hidra publica estos tres tomos de Pygmalion en sendos tomos de tapa blanda con sobrecubierta. En el interior papel y reproducción gráfica de máxima calidad.
Pygmalion #1-3
NUESTRA NOTA - 68%
68%
BIEN
Buena trama, buena ejecución, pero algunos fallos en dibujo y un final algo atropellado y lleno de lugares comunes empañan lo que podría haber sido una serie notable. No obstante, breve y disfrutona. No cambiara vuestra vida, pero os entretendrá un buen rato.