Hablamos del género zombi. De los muertos vivientes. Esos que nos han ofrecido tantas horas de entretenimiento, sangre, gore y suspense/ terror a partes iguales. Ya sea en películas, series para televisión, novelas, cómics o en videojuegos. Un repaso que no va a ser minucioso pero que sí recordará no pocas cosillas sobre estos seres que, a día de hoy, siguen de plena actualidad.

Conociendo un poco el origen de los zombis. George A. Romero.
El origen de lo que podríamos denominar «zombi» (como muerto viviente) se podría marcar en los siglos XVII y XVIII, más concretamente en el Vudú Haitiano. Donde la magia entraba en la ecuación y quien lo resucitaba (el Hechicero de turno) era dueño de dicho ser. Loable fue la labor de Wes Craven en 1988 con su película La Serpiente y el Arco Iris en la que mostraba claramente dicho mundillo con Bill Pulman como protagonista. Por otra parte la palabra zombi sería un derivado del vocablo «Nzambi«, procedente del idioma Kongo (que significa muerto). El diccionario Merriam-Webster data el año 1871 como presunta fecha en la que dicha palabra se introdujo en el idioma inglés moderno.
Pero todo ello se habría quedado casi en una mera anécdota si no fuera por un director que marcó el camino a seguir y que fue quien, con una serie de películas que tenían más de una crítica social, asentó el conjunto de reglas que siguen vigentes a día de hoy. Hablamos ni más ni menos que de George A. Romero (1940-2017). De aspecto inconfundible con sus gafas de pasta enormes y una dedicación casi exclusiva al género que le dio el reconocimiento mundial. A los veintiocho años dirigió La Noche de los Muertos Vivientes (Night of the living dead -1968) y de ahí en adelante podríamos decir que el resto es historia.

Reglas no escritas pero heredables.
Romero marcó una pauta y unas reglas que los que cogieron el testigo fueron siguiendo. Si bien con el tiempo, como ya hablaremos, se añadieron o se ampliaron cosas. Una de ellas era la transmisión a través del mordisco de dichos seres. Si eras mordido por uno de ellos acababas siendo uno más de su particular manada. El paso lento era otra característica que se siguió. Posiblemente fuese una ventaja para los humanos, pero era compensado por su número y la forma de contagio inmediata. Aunque ahí hay otro tema también curioso. Ya que, dependiendo del guionista (o la necesidad de la historia), unos se transforman con más celeridad que otros. Habría que saber si depende de donde ha sido mordido, de la profundidad de la mordedura, etc. Lo que queda claro es que según el momento hay veces en que tarda más o menos.
Conforme avanzaban las técnicas de maquillaje el aspecto se hacía más putrefacto. Aunque La Noche de los Muertos Vivientes tiene sus limitaciones, llamémosle técnicas, sigue siendo a día de hoy un punto de referencia. Ya el comienzo con los dos hermanos y el primer zombi que pudimos ver en el cine (zombi tal y como los conocemos) es terrorífico. Pese a que las generaciones actuales, acostumbradas a lo que se ofrece ahora mismo, puede que la vean como algo light o incluso insulso, más bien es todo lo contrario. Las sensaciones de esa película están ahí y seguirán estando para los aficionados al cine. Aunque, por ejemplo, Guerra Mundial Z (2013) tenga la técnica, su uso y abuso del cgi hace que el terror quede en segundo plano. Otra regla a seguir sería la de disparar a la cabeza para acabar con ellos, algo que sigue respetado en la actualidad.

No se suele conocer el punto de partida de un zombi.
Aunque siempre aspiras a una explicación sobre el origen de la historia, la inmensa mayoría de las veces se deja en el aire. Y en realidad no importa demasiado. ¿Algo nuclear?. ¿Algo relacionado con la energía nuclear podría revivir a los muertos?. ¿En serio?. Es mejor que quede la incógnita que tener esa respuesta, seamos sinceros. Cierto es que, los científicos de turno van buscando una cura. Y de ahí pudiera ser que encontraran el origen de todo esto, pero normalmente no se ahonda en ello. La mismísima The Walking Dead en su versión televisiva tuvo un momento en el que parecía que iban a aclarar el dilema, pero no fue a más todo ello.
Realmente no hacía falta ninguna explicación, ya que lo que importa es la situación actual en la que los protagonistas se mueven. Conocer el origen de todo ello es insustancial. Así que una vez planteada la historia lo que impera es la supervivencia en sí. El detonante se podrá especular (el propio espectador o los protagonistas) pero va quedar en segundo plano. Ver que unos zombis van detrás tuyo es lo que te va a mover, no el por qué han acabado así. Algo lógico ya que si nos pusiéramos nosotros en esa situación sería lo que importante sobre todas las cosas.

Los humanos son peores que los muertos vivientes.
Aunque el peligro en esta serie de películas son los zombis y la infección, no pocas veces acaban siendo un elemento de la ecuación secundario. Es decir, mantienen su importancia pero dejan de ser el eje central de la trama. Y el ser humano pasa a ser el peligro más inminente. En un mundo sin ley ni reglas, donde todo ha cambiado, sale a la luz el egoísmo, la falta de empatía y el sobrevivir a toda costa. Sin importar para nada los congéneres. De ahí que esa esperada unión de la humanidad en contra de un enemigo común se vea disuelta por nuestros defectos. Ya no sólo la búsqueda de algo tan básico como la comida o agua se convierte en algo primordial. Si no también el defender tus preciadas posesiones que antes de eso eran obviamente intrascendentes al estar al alcance de todos.
Si la pregunta es si lo que vemos en esas historias podría suceder, la respuesta es sí. Llegaría un punto donde, quien tuviese las armas o simplemente aquel que se convierta en el macho alpha de turno, acabaría por dominar a sus congéneres. Importándole bien poco acabar con ellos simple y llanamente por mantener su actual status. Es lógico pensar que con “peores que los zombis” nos referimos a gente asustada, que con sus errores, acaban por allanar el camino de los muertos vivientes. O a los que te cierran la puerta en las narices con tal de salvar el culo (la cobardía es también un hecho), pero en este caso hablamos más bien de personas que se aprovechan de esa situación y que en una civilización con reglas no se atreverían a dar el paso para sus fechorías y atrocidades.

El ejército. Amigo y enemigo.
Otro elemento muy utilizado y recurrente en la temática zombi es el ejército. Ese poder militar que en un primer momento ayuda en lo que puede a los ciudadanos que ven como todo ha cambiado a su alrededor y sólo se mueven por la supervivencia. Aunque al principio van a estar ahí para ayudar siempre acabarán apareciendo soldados oportunistas que utilizan su rango para aprovecharse de la situación. De ahí que terminen siendo liderados por un alto mando que roza lo psicópata (véase por ejemplo la tercera entrega de George A. Romero «El Día de los Muertos»). Es algo innato en los guionistas y que suele dar mucho juego. Ya que ves que, esa supuesta salvación que tienes delante, se torna incluso más peligrosa que los muertos que ansían darte un bocado y transformarte en uno de ellos.
De paso lento a correr. Los infectados entran en escena.
El género ha ido evolucionando poco a poco. Y uno de los elementos más destacables (y a la postre dinámico) es el de darles la capacidad de correr. En estos casos casi a nivel olímpico (ríete de Usain Bolt). Antes el paso lento de los zombis quizás podía dar algo de cancha y los podías esquivar de alguna manera. Si bien, como ya he comentado, su excesivo número era algo destacable y que acababa finalmente por ser decisivo a su favor. Pero llegó una película (igual hay una predecesora, lo desconozco) que en cierta manera cambió todo. Ahí sí se pudo ver un origen y todo. El de liberar a un animal con la rabia en su interior.
Hablo de «28 Días Después» (2002) del director inglés Danny Boyle. Donde se esquiva el término muerto viviente o zombie (al igual que en The Walking Dead, donde se denominan Caminantes), pero el efecto que provoca es el mismo. Continuar su virus por medio de mordiscos e incluso la sangre (destacar una escena concreta donde uno de los protagonistas se contagia por una mísera gota de sangre). Es en ese momento donde el correr se hace algo indispensable para mantener la vida. Algo que recogió Zack Snyder en su primera largometraje, «Amanecer de los Muertos» (2004). Excelentísimo remake de la segunda película de Romero sobre la temática zombi, «Zombie» (Dawn of the Dead -1978).

Mordiscos divertidos.
También se han usado a estos mordedores en comedias. Sólo tendríamos que irnos al año 1985 para encontrarnos con «El Regreso de los Muertos Vivientes» (The Return of the Living Dead) o su secuela tres años después «La Divertida Noche de los Zombies» (Return of the Living Dead: Part II). La película donde pudimos ver por primera vez a un zombi decir esa mítica frase de «Ceeeeeeereeeeebroooosssss». Y es que la dieta de estos seres es cuanto menos curiosa. Ya que si los zombis en sí se comieran a un humano por entero (o entre varios, vamos) la expansión de su virus se habría visto atajada a las primeras de cambio. Así que en más de una ocasión intentan explicarnos que realmente tampoco es que se acaben el plato entero.
Sería imposible hablar en este artículo sobre tooodas las películas, serias o divertidas, pero sí destacar algunas en particular. Sea el caso de «Zombies Party» (traducción al castellano de «Shaun of the Dead» -2004, así nos las gastamos aquí en España) del director Edgar Wright, la cual es divertidísima a niveles gigantescos. Zombieland (2009) y su secuela Zombieland: Mata y Remata (2019) con Woody Harrelson pasándoselo en grande y la siempre bella Emma Stone. O «Los Muertos no Mueren» de Jim Jamusch y protagonizada por Bill Murray que el público la catalogó de tostón y sosa. Aunque seguro que los que estéis leyendo estas líneas se os ocurren muchísimas más, porque las hay y muchas.

Sus versiones en cómic.
Hay numerosos cómics sobre el tema, pero voy a dejar constancia de dos. Uno de ellos es muy fiel a lo que hablamos del género zombi. The Walking Dead de Robert Kirkman. Comenzó ni más ni menos que en el año 2003 y aguantó dieciseis años entre nosotros. Contando las desventuras del policía Rick Grimes y con un comienzo que en cierta manera hasta recordaba a lo que mostró Danny Boyle un año antes en «28 Días Después». Es cuasi imposible hacer un resumen de todo lo que ha ofrecido Kirkman en sus 193 números. Podemos decir que se reproduce lo que he comentado en los párrafos anteriores. El enemigo más brutal y peligroso acaba siendo el ser humano, no el muerto viviente. De ahí las numerosas sagas que ofrece y los enemigos que suelen liderar la banda de turno para acabar con las esperanzas de los protagonistas.
La otra colección es muy curiosa. Porque zombis en sí, con las reglas que conocemos, es algo de lo que se aleja totalmente Garth Ennis con «Crossed». Un mundo distópico donde la violencia ultraextrema (las portadas muchas veces son mejores que el contenido en sí, dependiendo del guionista que se trate) es quizás su mayor reclamo. No hablamos como he comentado de muertos vivientes como los conocemos, aunque sí podríamos hablar de una variante. Aquí una vez te han infectado una cruz roja acaba apareciendo en la frente y cualquier atisbo de humanidad acaba desapareciendo.

El género zombi nunca muere.
Raro sería que este género, porque ya es uno propiamente dicho, desaparezca. Quizás tenga sus altibajos en cuanto a número de producciones dependiendo del momento, pero ni mucho menos se ve un futuro inmediato sin estos seres tan atrayentes para el público. Tenemos series como «Black Summer» con una segunda temporada donde a nivel particular la considero de gran calidad. Al igual que «The Kingdom», en esta ocasión en el Japón Feudal. O la última película de Zack Snyder titulada «El Ejército de los Muertos» (2021). Y numerosas películas de digamos, serie B, o que no tienen la resonancia y la publicidad que atesoran otras pero que, sin embargo, en algunos casos poseen en su haber una calidad a tener en cuenta.
Algo tienen que tener los zombis, los muertos vivientes, los caminantes o los infectados, sea cual fuere el término que en cada momento determinado se les aplique. Quizás sea el ver el último estado de la humanidad, el más básico y denigrante. Donde lo único que importa es encontrar al ser humano de turno para continuar ese legado sangriento y terrorífico. O simplemente la curiosidad de ver como los pocos supervivientes hacen de las suyas para continuar con vida… sin haber muerto previamente.


Algunos devoran almas, otros hamburguesas, a mí me dio por los cómics a tierna edad y ahí sigo.
Igual leyendo a un hombre trepar paredes, blandir un martillo mágico, o ser un maestro del disfraz en una agencia secreta, lo que acababa en mis manos ahí iban mis ojos.